viernes, 29 de mayo de 2009

TODOS LOS DIAS DEBERIAN SER “EL DIA DEL ARBOL”


Prof. Carlos Sarco Lira
sarcolira@msn.com

El Araguaney es una especie arbórea que alcanza hasta doce metros de altura, el diámetro de su tronco o tallo rara vez supera los sesenta centímetros y casi siempre es recto y de forma cilíndrica. Tres meses antes del comienzo de la temporada de lluvias el Araguaney empieza a deshojarse y a desplegar la vistosa floración de intenso color amarillo que le es característica. De tal manera que, a finales de mayo, cuando llegan los primeros aguaceros, sus semillas están listas para germinar y dar origen a una nueva generación de esta áurea especie. La prosa novelística del Maestro Gallegos exalta su época de floración como la “primavera de oro” de los llanos venezolanos. Hoy en día el Araguaney adorna también los espacios urbanos.

El 29 de Mayo de 1948, el Araguaney fue declarado ARBOL NACIONAL DE VENEZUELA. Este decreto presidencial definió una nueva fecha para la celebración del Día del Arbol, ya que antes en 1905, bajo el mandaro de Cipriano Castro se instauró el 23 de mayo para tal festividad, luego en 1909 la fecha se cambió para el 15 de mayo. La fecha de proclamación del Araguaney se tomó como día del árbol hasta el 19 de mayo de 1951, cuando el Ministerio de Educación estableció la ultima semana de Mayo como Semana del Arbol y el último domingo de mayo como Día Nacional del Arbol en Venezuela.

En el árbol simbolizamos la totalidad del reino vegetal y le atribuimos la importancia de ser el primer eslabón de la cadena ecológica que transforma en alimentos la energía solar y da sustento a las diferentes formas de vida, incluso la nuestra. Es, además, el árbol, la máquina natural que transforma el anhídrido carbónico del aire para convertirlo en el oxígeno que sustenta la vitalidad de las especies animales. Por eso, al margen de las polémicas que se generaron en cada uno de esos cambios de fecha, para nosotros el Día del Arbol lo debemos celebrar todos y cada uno de los días de nuestras vidas, aunque se simbolice oficialmente en un día especial del almanaque.

Esa celebración debe tener su expresión en un compromiso de vida por la protección de los árboles y del ambiente y como una manifestación inicial de ese compromiso, invitamos a todos, especialmente a los niños y jóvenes a que nos comprometamos a sembrar y cuidar de por vida un árbol, preferiblemente frutal: en el patio de nuestra casa o de la escuela, en las faldas del cerro y en general en cualquier sitio que podamos protegerlo y regarlo por siempre. Preferimos las especies frutales porque son siempre verdes, porque podremos ver y cosechar el fruto de nuestra dedicación por ellos, porque atraen a insectos y aves contribuyendo a crear cadenas ecológicas y también porque son poco apetecidos por los maderófagos que cada vez que ven una caoba, un cedro o un samán solo piensa en las rolas y en las tablas y en el dinero que le pagaran por ello.

Entre los frutales más fáciles de obtener y que prosperan bien en nuestro medio se encuentran las diferentes especies de mango, mamón, almendrón, níspero, jobo, semeruca, ciruela de huesito, guanábana, aguacate, pomarosa. pomagas, guanábana, naranja, mandarina, toronja, guayaba, fruta de pan. Otros menos fáciles de conseguir pero que también se dan bien en esta zona son: merey, anon, riñon, zapote, ciruela fraile, uvero, uva de playa, cotoperí, algarrobo y otros.

Hagamos profesión de fe y de amor por la naturaleza adquiriendo, adoptando y dándole afecto y cuido a un árbol frutal.

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